Rutas de Antropología en bici

Al montar en bici existe la posibilidad de observar vidas cotidianas. El placer de rotar y recorrer calles y trochas a velocidades exquisitas y exigentes. Salir de la carretera y entrar en la trocha cambia no sólo el cómo se siente la tierra, sino en los olores y colores que se observan. Los pájaros, generalmente, son más sorprendidos, sienten la bici solo en el instante que está al lado, y vuelan. Creería que sus corazones suenan más que sus aleteos desesperados. 

En el caso de la gente que se encuentra viviendo a lado y lado de la ruta y la trocha mira con curiosidad al que pasa, en otras ocasiones con rostro de desconfianza. Sus casas huelen a la madera que se utilizó en el fogón, una tajada de maduro que rompe la concentración del pedaleo. Lo genial de llegar a estos espacios de la periferia de Arauca lograr ver como las familias salen a compartir la tarde. Supongo que se refrescan mientras conversan, pues en un día cualquiera la temperatura oscila entre 38°C y 42°C.

Y recorrer rutas nuevas cada día me muestra cómo vive la gente. El militar y el policía que prestan seguridad y se resguardan anta la cotidianidad del conflicto armando. El común encuentro de ver de tanto en tanto expendios de gasolina venezolana, exhibida en botellas plásticas, muestran la base de una economía alternativa ante, quizás, mejorar la calidad de vida. Los indígenas por su parte aparecen maravillosamente en el camino, muchas veces en grupos, otras de forma solitaria, cosa que es extraña, aunque no tan solos, pues ver a un sikuani con la caza del día es maravilloso: una iguana gigante que le permitirá deleitarse, y quizás, compartir con su familia en pleno. Aunque su expresión el rostro que llevaba es de exhausto. Me pareció algo melancólico, pero sé que solo es una representación y lectura que hago y que es posiblemente sesgada para lo que le sucedió en su caminar. Luego están los señores que sacan arena del río. Es maravilloso ver la disciplina, constancia y sobre todo la necesidad de trabajar. Producir dinero bajo esas condiciones debe ser agotador. Sin embargo, cada día el esfuerzo y el trabajo se ve en los montículos de arena que logran sacar. El torso desnudo que se les acondiciona y moldea. Hombres morenos, hombres de piel manchada, curtidos por el agua y el sol de cada día. Un cuerpo marcado por la necesidad de producir dinero. Su día a día entre la arena y el fluir del río.

El dique que separa el río del pueblo araucano señala la presencia de rostros que esperan el frescor de la tarde. Unos juegan, otros cocinan, tejen, beben, oran, coquetean, pagan, otros simplemente esperan. Cada quien ocupado en su vida cotidiana. Yo solo disfruto del rodar en la bici y descubrir al siguiente día un nuevo hecho que me asombra. Por ejemplo: una mariposa gigante que se posa en mi bici y luego me indica y aguarda en el camino por un rato.

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